La trilogía de Matrix apenas sirve para plasmar un modelo visual y narrativo de lo que sería el mundo bajo el imperio del genio maligno cartesiano, imperio donde los seres humanos son esclavos y, además, creen vivir una Realidad que no es tal. Pero la imagen original y su adaptación cinematográfica presentan diferencias importantes. Quien considera la posibilidad de estar soñando bajo el influjo de un genio maligno se representa a sí mismo esclavo de éste, sin que por ello se haya liberado; la meditación sólo lo conduce a dudar y, eventualmente, a verificar que duda. Un cerebro dentro de una cubeta que duda y considera la posibilidad de ser un cerebro dentro de una cubeta no sale de ella, sólo adquiere "la verdad". En cambio, el personaje Neo del filme duda de que su realidad sea el mundo ordinario y logra desenchufarse de la Matriz y salir de ella. En ese sentido, la anécdota es incluso más cercana al mito de la caverna de Platón que al ejemplo del genio maligno. Una diferencia más importante aún es el hecho de que el propósito de Descartes era refutar a los escépticos, es decir, la duda metódica y el ejemplo del genio maligno le sirven en última instancia para fundamentar el conocimiento, a diferencia de lo que ocurre con los locos "que afirman en todo momento que son reyes, siendo en realidad que son pobres, o que están vestidos de púrpura, estando desnudos, o que tienen una jarra en vez de cabeza, o que son unas calabazas, o que están creados de vidrio". En The Matrix el objetivo de Neo es alcanzar la verdad y emanciparse del control totalitario de la matriz, pero el verdadero objetivo de la trilogía es divertir a las masas y el ejemplo original se diluye en un zafarrancho. Así, los objetivos son opuestos: mientras que la lectura de las Meditaciones de Descartes lleva al lector a dudar para fundar mejor sus creencias, tratar de analizar seriamente la historia de los tres episodios de Matrix puede fácilmente producir dolor de cabeza o aburrimiento. En particular, el segundo y tercer episodios son buenos ejemplos de lo que llamamos un "churro barroco". En ellos los guionistas agregan elementos que llevan la historia a un delirio sin mucho interés filosófico. La metáfora de Dios que aparece en el segundo episodio bajo el personaje de "El arquitecto", no tiene nada que ver con el Dios cartesiano (substancia infinita, independiente, omnisiciente y omnipotente que mantiene la creación como resultado de una intervención permanente). "El arquitecto" es un programador determinista que combate los errores de su sistema, errores que hacen posible la libertad de algunos hombres. Así, el libre albedrío es concebido como una desviación de la regla, un producto del caos, el azar creador. En el último episodio, particularmente cursi, las metáforas se hacen aún más burdas: Zion, la ciudad de los seres humanos, plena de voluntad pero con deficiencias técnicas, es salvada por Neo que viaja en el Logos hacia el país de las máquinas (dotadas de grandes poderes calculatorios y tecnológicos, no de voluntad) para firmar la paz a cambio de sacrificar su vida. Neo muere como un "mesías ciego" porque en el Logos un loco le quemó los ojos. En resumen, los hermanos Wachowski quieren llevar al cine parte del pensamiento de Descartes al sugerir con metáforas que la voluntad humana puede alcanzar, mediante el logos (en este caso, la razón guiada por el método y vencedora de la locura), el entendimiento capaz de alcanzar la verdad. Pero sólo el primer episodio de The Matrix vale la pena y nunca tanto como leer directamente a Descartes.
domingo, 5 de octubre de 2008
Descartes y las meditaciones cinematográficas
La trilogía de Matrix apenas sirve para plasmar un modelo visual y narrativo de lo que sería el mundo bajo el imperio del genio maligno cartesiano, imperio donde los seres humanos son esclavos y, además, creen vivir una Realidad que no es tal. Pero la imagen original y su adaptación cinematográfica presentan diferencias importantes. Quien considera la posibilidad de estar soñando bajo el influjo de un genio maligno se representa a sí mismo esclavo de éste, sin que por ello se haya liberado; la meditación sólo lo conduce a dudar y, eventualmente, a verificar que duda. Un cerebro dentro de una cubeta que duda y considera la posibilidad de ser un cerebro dentro de una cubeta no sale de ella, sólo adquiere "la verdad". En cambio, el personaje Neo del filme duda de que su realidad sea el mundo ordinario y logra desenchufarse de la Matriz y salir de ella. En ese sentido, la anécdota es incluso más cercana al mito de la caverna de Platón que al ejemplo del genio maligno. Una diferencia más importante aún es el hecho de que el propósito de Descartes era refutar a los escépticos, es decir, la duda metódica y el ejemplo del genio maligno le sirven en última instancia para fundamentar el conocimiento, a diferencia de lo que ocurre con los locos "que afirman en todo momento que son reyes, siendo en realidad que son pobres, o que están vestidos de púrpura, estando desnudos, o que tienen una jarra en vez de cabeza, o que son unas calabazas, o que están creados de vidrio". En The Matrix el objetivo de Neo es alcanzar la verdad y emanciparse del control totalitario de la matriz, pero el verdadero objetivo de la trilogía es divertir a las masas y el ejemplo original se diluye en un zafarrancho. Así, los objetivos son opuestos: mientras que la lectura de las Meditaciones de Descartes lleva al lector a dudar para fundar mejor sus creencias, tratar de analizar seriamente la historia de los tres episodios de Matrix puede fácilmente producir dolor de cabeza o aburrimiento. En particular, el segundo y tercer episodios son buenos ejemplos de lo que llamamos un "churro barroco". En ellos los guionistas agregan elementos que llevan la historia a un delirio sin mucho interés filosófico. La metáfora de Dios que aparece en el segundo episodio bajo el personaje de "El arquitecto", no tiene nada que ver con el Dios cartesiano (substancia infinita, independiente, omnisiciente y omnipotente que mantiene la creación como resultado de una intervención permanente). "El arquitecto" es un programador determinista que combate los errores de su sistema, errores que hacen posible la libertad de algunos hombres. Así, el libre albedrío es concebido como una desviación de la regla, un producto del caos, el azar creador. En el último episodio, particularmente cursi, las metáforas se hacen aún más burdas: Zion, la ciudad de los seres humanos, plena de voluntad pero con deficiencias técnicas, es salvada por Neo que viaja en el Logos hacia el país de las máquinas (dotadas de grandes poderes calculatorios y tecnológicos, no de voluntad) para firmar la paz a cambio de sacrificar su vida. Neo muere como un "mesías ciego" porque en el Logos un loco le quemó los ojos. En resumen, los hermanos Wachowski quieren llevar al cine parte del pensamiento de Descartes al sugerir con metáforas que la voluntad humana puede alcanzar, mediante el logos (en este caso, la razón guiada por el método y vencedora de la locura), el entendimiento capaz de alcanzar la verdad. Pero sólo el primer episodio de The Matrix vale la pena y nunca tanto como leer directamente a Descartes.
lunes, 29 de septiembre de 2008
París de Cédric Klaplisch
miércoles, 17 de septiembre de 2008
¿Qué ver en la época de la criminalidad desatada? Los siete samurais de Akira Kurosawa
martes, 19 de agosto de 2008
Batman. El caballero de la noche
sábado, 5 de julio de 2008
Coeurs de Alain Resnais
Tres filmes que me gustan
La vida de los otros de Florian Henckel Von Donnersmarck, Alemania (2006).- Alemania es el único país que ha conocido el fascismo, el comunismo totalitario y la democracia liberal (todo en un mismo siglo). Del primer periodo, Adolf Eichmann es un caso paradigmático. Funcionario celoso de cumplir con las reglas que se le asignaban, Eichmann fue responsable directo de los transportes de deportados a los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Del segundo periodo, son casos emblemáticos los agentes de la policía política de la RDA, la Stasi, también celosos aplicadores de la ley. En La vida de los otros, Gerd Wiesler es un capitán de la Stasi que termina por salvar de la represión estatal a un hombre a quien tenía la misión de vigilar. Así, Wiesler encarna un tercer arquetipo normativo de la identidad nacional alemana: el abandono del iuspositivismo ideológico. El iuspositivismo ideológico no solamente distingue al derecho de la moral, como el resto del iuspositivismo, sino que postula además que el derecho debe ser obedecido independientemente de que su contenido sea inmoral. Pero lo que nos ha enseñado la historia política del siglo XX y la historia de Alemania en particular, no es que se deba en todo momento respetar la ley, sino que la ética reside en la consciencia autónoma de cada individuo y que, a veces, nuestra consciencia puede tener objeciones legítimas contra una legalidad injusta.
Ratatouille de Brad Bird y Jan Pinkava (2007).- He visto ratones en varios restaurantes parisinos. Una vez lo señale al mesero y éste me dijo tranquilamente "sí, son ratones, nos conocemos bien". Esta película parte de ese hecho para realizar un divertido homenaje a París y a la cultura culinaria francesa. Los franceses suelen clasificar los sabores con una sutileza maniaca (recuerdo las fromageries y aquellos expendios donde compraba miel, café o vino, debiendo elegir entre decenas de variedades). Quien no entiende esa cultura, tampoco puede entender la lucha de José Bové contra la "malbouffe", es decir, la estandarización de la comida y la muerte del arte culinario mediante la industrialización globalizada. La película también es, como Chicken Run, un discurso animalista. Un aspecto subjetivo que me conmovió casi hasta las lágrimas fue el recuerdo de Akiri, la ratita con la que viví en una covacha parisina durante cinco años.
Varios filmes del 2007 que están más o menos
Fraude de Luis Mandoki, México (2007).- Meses después de la elección presidencial del 2006, ahora que tenemos la cabeza más fría, ver este documental nos ayudará a hacer un balance necesario. Mandoki no usa el lenguaje manipulador de otros documentalistas militantes (rápido bombardeo de imágenes y afirmaciones simplificadoras), realiza en cambio una investigación seria y nos entrega una antología de videos y declaraciones. Se le agradece recordarnos hechos, explicarnos argumentos matemáticos y encontrar evidencias reveladoras en medio de la masa gigantesca de video-documentos. Mi dictamen final es que, dada la estrechísima diferencia aritmética entre los resultados oficiales de los candidatos López Obrador y Calderón Hinojosa, sin las irregularidades constatadas el candidato del PAN no hubiese sido declarado presidente en 2006.
Luz silenciosa de Carlos Reygadas, México-Holanda-Francia (2007). A posteriori, uno agradece haberla visto; durante la función, en cambio, es difícil no echarse una pestañita. "Filme frío" según Le Monde, "no frío, sino de amor abstracto" dice Valentina Rojas Loa, "la obra maestra de Reygadas" según Jaime Avilés. De la trilogía Japón, Batalla en el cielo, Luz silenciosa, prefiero la segunda. El género que practica Reygadas es la transformación del exotismo mexicano (de una ranchería miserable, de la atmósfera alpina y tropical de la Ciudad de México, de los menonitas del norte) en reflexión poética. Sus filmes son ficciones casi tanto como documentales. El cine del nuevo enfant terrible de Cannes puede gustarnos o no, pero vale la pena exponerse a él para mejor conocerse.
A través del universo de Julie Taymor, Estados Unidos (2007).- Melodrama musical con notas de malvavisco de fresa, cerveza oscura y tantita marihuana, sin molécula alguna de LSD. La también directora de Frida (2002) y Titus (1999) se vale del cursi y de un presupuesto faraónico (10 millones de dólares sólo para comprar los derechos de 33 canciones de Los Beatles) para hacer un filme que, al mismo tiempo que entretiene a cualquiera, investiga el significado de esas canciones que todos cantamos. El filme de Taymor puede servir como introducción ligera a la filosofía de Lennon y McCartney (sobre el amor, la izquierda revolucionaria, el imperialismo, la amistad, etcétera). Junto con La vida en rosa (Francia, 2006), de Olivier Dahan, sobre la vida de Edith Piaf, se trata de la globalización de Broadway, es decir, de buenos musicales cinematográficos, naturalmente comerciales (¿cómo podrían no serlo con la necesidad de recuperar las inversiones millonarias en estas producciones?).
Cobrador. In God we trust. de Paul Leduc, Argentina-México-España-Brasil (2007).- Leduc había filmado en sepia Reed. México Insurgente (1970) su opera prima. Cobrador, a su vez, es un filme azul y de excelente fotografía (gracias a Angel Goded). Cuando Carlos Casagemas se suicidó, Picasso se puso a pintar atmósferas azules, de la misma manera en la que lo hace aquí Leduc. Como lotería o tarot jodorowskiano, los personajes de esta historia son la foto-reportera, el asesino serial, la hija de los desaparecidos políticos, el gringo millonario, el guardia blanca (que, en la ocurrencia, es negro), la curandera burguesa, el punk mártir. Festín de asesinos (en la historia), de personalidades (tras bambalinas) y de arquetipos panamericanos (en el más actualizado inventario de nuestro inconsciente colectivo regional). Quizá debamos criticar, sin embargo, el zurcido de las historias originales.
Expiación, deseo y pecado de Joe Wrigth, Inglaterra-Francia, 2007. Se dice que “más vale tener 10 culpables en libertad que un inocente en prisión” o que “no debería liberarse a los acusados de delitos sexuales contra niños aduciendo falta de pruebas”. El problema es que esas aspiraciones suelen ser incompatibles. La filosofía del derecho es una forma de pensamiento trágico. Pregúntesele si no al juez Burgaud del affaire d'Outreau o véase esta película cuyas actuaciones, fotografía, guión son de gran calidad (7 nominaciones al Oscar excepto como mejor director porque, por una vez coincido con La Academia, la realización es convencional).
Sin lugar para los débiles de los hermanos Coen, Estados Unidos, 2007. La muerte, en vez de ser representada como un esqueleto con guadaña, es aquí un sicario psicópata e intransigente (Javier Bardem). A veces, sin embargo, a este sicario -como a la verdadera pelona- le gusta delegar sus decisiones en el azar (quién morirá no está siempre escrito de avance). Si la muerte en El séptimo sello, de Ingmar Bergman, apostaba la vida del personaje en partidas de ajedrez (juego de estrategia), aquí lo hace en un volado (juego de azar). En Match Point, de Woody Allen, estrategia y azar deciden conjuntamente la muerte y la justicia. Tres variaciones incompletas sobre una vieja apuesta de vida o muerte: la de Blaise Pascal. Cuarta variación...
El sueño de Casandra (en México Los inquebrantables) de Woody Allen, Estados Unidos, 2007. En sus últimos filmes (Match Point, Scoop, Cassandra's Dream), Allen está dándole vueltas a un mismo tema (ya presente en Crimes and Misdemeanors de 1989). Se trata de la decisión de asesinar que deben enfrentar ciertos "hombres normales". En el filme, Terry (Colin Farrell) parafrasea a Sartre: nunca se está obligado a asesinar, siempre tenemos opción de decidir no hacerlo. Pero el director le muestra, con la historia, que eso es falso (pues, acto seguido, él mismo asesinará). La paradoja, además, es que este personaje que evoca la posición sartriana es nada menos que un ludópata, un adicto al juego que no puede controlarse. ¿Cómo es posible que pecisamente él diga que siempre hay alternativa cuando parece haber perdido el control sobre sus propias decisiones? Así, los habitus patológicos sumados al azar parecen ser los elementos que, para este Woody Allen, limitan la libertad humana. La música de Philip Glass es extraordinaria.
domingo, 11 de mayo de 2008
Paranoid Park
Paranoid Park nos permite presenciar, cual discretos voyeuristas, la vida privada de los jóvenes gringos, no sólo ni principalmente su sexualidad, sino su nihilismo, sus elecciones, sus culpas. Van Sant nació en Estados Unidos en 1953. De la publicidad pasó al extremo opuesto: un cine personal sin concesiones a Moloch, dios de los comerciantes. Pareciera que su proyecto fuese estudiar las dolencias del alma gringa, desde el adicto de Drugstore Cowboy que ha perdido a su amigo suicida (1989), hasta la prostitución de los jóvenes protagonistas del ya clásico Mi Idaho Privado (My Own Private Idaho) (1991). Luego viene un periodo de complacencias antes de lanzar la soberbia tetralogía: Gerry (2002), Elephant (2003), Last Days (2005) y Paranoid Park (2007). El denominador común de estos filmes no es sólo temático (el nihilismo que permea clases sociales y generaciones, que va de Kurt Cobain a los autores de la masacre del instituto Columbine) sino formal: austeridad de la producción, espacios familiares que sirven como locaciones y cámara que se libera de la perspectiva objetiva del tripié para meterse al punto de vista subjetivo de los protagonitas. En Paranoid Park, las escenas filmadas en patineta logran transmitir el vértigo del joven suspendido un microsegundo en el aire luego de ondulantes esfuerzos físicos.
lunes, 14 de abril de 2008
Casi Divas
Ladrones viejos. Las leyendas del artegio
Calle Santa Fe
domingo, 6 de abril de 2008
La zona de Rodrigo Plá
"Cuscús" o "El grano y la mula" de Abdel Kechiche
Quemar las naves
El telón de azúcar
Documental El telón de azúcar de Camila Guzmán, Cuba-Francia (2005).- El periodo especial en Cuba, luego de la caída del bloque soviético, confrontó a una nación caribeña consigo misma. Uno de los personajes dice que todo marchaba bastante bien (con excepción de la falta de libertades políticas) cuando la isla intercambiaba política por petróleo soviético (dicho de otro modo, la imagen edificante de una Revolución que exhaltaba el proyecto socialista se pagaba con combustible). Con la caída del muro, Cuba volvió a parecerse a otros países pobres del Caribe, con el transporte público lleno hasta la asfixia, desigualdad creciente, turismo frívolo, mercado negro. La epopeya de este gran pueblo, sin embargo, no ha sido en vano, ni ha terminado. Vale la pena, por cierto, imaginar qué pasará cuando a México se le acabe el petróleo ¡o lo regalen a algunas transnacionales!