martes, 25 de agosto de 2009

Vals con Bashir

De Ari Folmn (2008, Israel). La visión de los vencidos no siempre monopoliza el punto de vista moral. Algunos vecedores son suficientemente honestos y sensibles para hacerse cargo de sus propios horrores. Este documental en dibujos animados es una espeluznante narración interna no sólo de la guerra de Israel contra Líbano de 1982 sino de la masacre de Sabra y Shatila. Como el director también es un gran artista el resultado es emocionalmente violento para el espectador. Quienes vean el filme pueden concluir que se trata de una exculpación de la responsabilidad directa de los crímenes del Ejército Israelí durante la masacre para atribuir la entera responsabilidad a otros (las falanges cristianas de Líbano). Por falta de conocimientos históricos no puedo juzgar si es así, pero es evidente que para un espectador cualquiera que no conozca los hechos reales el filme no parece complaciente con los soldados israelíes, quienes al menos son señalados como culpables por omisión e, incluso, se insinúa que los altos mandos de ese país pudieran estar aún más implicados en la tristemente célebre matanza. La psicología de los genocidas directos apenas es penetrada (se trata de cristianos libaneses que, según el documental, vengan la muerte de su líder máximo con una saña y resolución desmedidas) porque ninguno de ellos es un personaje importante del filme. De manera similar, los genocidas directos en Acteal o Ruanda suelen ser vistos como indígenas choles o miembros de la etnia hutu que, respectivamente, actuaron como agentes mecánicos e irreflexivos de políticos de más alto rango. Si bien el filme no prueba con testimonios humanos la responsabilidad inmediata de Sharon como quisieran muchos militantes palestinos (como no se logra probar la de Zedillo o del Ejército Francés, como quisieran militantes pro-zapatistas o anticolonialistas en los casos de Acteal y Ruanda), sí logra una mirada profunda a la tragedia. Se trata de un manierismo culpígena, de una ética que adopta el realismo como deber. Algo muy intenso, muy cierto y muy doloroso aporta entonces el arte, con esta obra cinematográfica, al deber de memoria de los israelíes y de toda la humanidad frente al vergonzoso genocidio de palestinos en Sabra y Shatila.

sábado, 22 de agosto de 2009

Vodka Lemon


De Hiner Saleem (Kurdistán-Armenia, 2003). Dirigida por un kurdo, este film sucede en Armenia luego de la caída del bloque soviético. Los paisajes no son desolados a pesar de tanta nieve. La luz es mucho más intensa que en cualquier selva tropical. Si no de desolación, podemos hablar de devastación por la época en que ocurre la narración: durante la crisis económica producto del drástico fin del estado benefactor comunista. En este contexto, los personajes se han convertido en verdaderos animales glaciales: solitarios, sobreviven a duras penas, pero saben conservar la alegría y, cuando se juntan, su felicidad es intensa. La música de Michel Korb comienza siendo exótica para los oídos de un latinoamericano como el que esto escribe pero termina aclimatándonos al país y a la región. Buena opción para ver en tiempos de devastación económica.