domingo, 25 de abril de 2010

Las isla siniestra de Scorsese


Shutter Island (2010), pésimamente re-bautizada en español La isla siniestra, del mejor director estadounidense vivo, Martin Scorsese, es un excelente ejemplo de división del trabajo: está basada en la novela best-seller de Dennis Lehane, con un guión de Laeta Kalogridis. Esto se nota en lo cuidado de todos los detalles, que carecen de caprichos de autor, de lapsos de descuido o de improvisación. Todo aquí es profesional y clásico, con homenajes a Hitchcock (Sospecha) y a Kubrick (El resplandor), aunque por la misma razón abunden los lugares comunes (acantilados, plagas de ratas, etcétera).
¿Se trata de un thriller psicológico o político? Esta pregunta no tiene una respuesta objetiva, toca al espectador tomar partido. En todo caso, aun si el filme fuera un thriller psicológico, habría en él una denuncia sutil de la psiquiatría como ejercicio de policía anatomopolítica (ilustrado por la lobotomía), de policía biopolítica (la farmacoterapia) y de policía egopolítica (en el caso del psicoanálisis como tecnología del yo). Y aun si se tratara de un thriller político en el cual el nazismo y la eugenesia sobrevivientes en el seno mismo del capitalismo de la posguerra fueran los villanos, habría de todo modos una denuncia sutil del inconsciente como mala fe (en términos sartreanos). En efecto, asistimos a la historia de un yo que ha huído de sí mismo por horror, o bien a la narración de los horrores de la experimentación institucional con las personas, que manipula sus yo. Ambas historias están contadas y ninguna de las dos es la verdadera (pues, magistralmente, autor, guionista y director dejan abiertas ambas puertas).

domingo, 14 de febrero de 2010

Secretos de un matrimonio de Bergman


Secretos de un matrimonio o Escenas de la vida conyugal de Ingmar Bergman (Suecia, 1973) desborda objetividad acerca de algo que no es material y que quizá sea bastante escaso. Para quienes hemos tenido la fortuna de tocar ese algo, esta obra es conmovedora. Esta película parece anticipar al Woody Allen serio, el de Hannah y sus hermanas, entre otros filmes. Bergman es aquí, como Allen apenas unos cuantos años más tarde, un retratista de la pequeña burguesía, un comediante de las costumbres conyugales, un Freud del cine, pero además es un poeta y un filósofo. El humor que tiene Woody y que le falta a Bergman es compensado en el filme por la actuación de Liv Ullmann y sus dientes de conejo (¿acaso anticipa así la moda de Claudia Schiffer?). La historia de Marianne y Johan es una demostración cinematográfica de que el amor no es lo que la mayoría de la gente cree, pero que existe. Este filme inspiró seguramente 5x2 (o Cinq fois deux) del director francés François Ozon (2004), quien tuvo la idea de contar una historia muy similar, también mediante episodios, pero como retrodicción, es decir, invirtiendo su orden.

lunes, 4 de enero de 2010

¿Por qué me gustó tanto G-Force?


Ví esta película durante un viaje en avión cuando el cansancio físico no me dejaba seguir leyendo la novela The Passport de la rulfiana y más reciente premio nóbel de literatura Herta Müller. Me admira este hollywoodense filme porque para lograr que unos cuyos o conejillos de indias (cavia porcellus) sean super-agentes creíbles (visual y narrativamente) se requiere de un tour de force. Se trata de un divertido delirio que recupera una tradición casi perdida de la animación estadounidense (la de usar como personajes a animales antropomorfos como Mickey o Bugs Bunny y no a ciber-androides, esponjas, pollos rostizados, etc.). Las nuevas tendencias en dibujos animados que echan mano de un imaginario artificial -sin evocar animales o seres reales reconocibles- es en parte un signo de la degradación ecológica (estando a punto de extinguirse guepardos y osos panda, éstos sólo pueden ser personajes de filmes didácticos y angustiados, no de cuentos que hablen de nuestro mundo inmediato). Lo más importante, G-Force tiene un puñado de niveles de lectura posibles (es decir, doble sentido, triple sentido, etc): quien ha visto la crueldad que representan esas esferas de plástico que venden en las tiendas de mascotas y en las que se encierra a los roedores para que se sirvan de ellas como "vehículo", no puede menos que ver las escenas de persecución y choques de G-Force como una sátira. Las anécdotas del filme son, además, referencias a diversos géneros dramáticos: hay aquí menores abandonados que descubren su origen, inventores geniales que le fabrican gadgets a los superagentes pero que en el fondo no son más que científicos locos al servicio de la industria armamentista. Soy partidario de la animaloterapia y de la convivencia responsable de los niños con mascotas y creo que entre los animales y los humanos no existen las diferencias abismales que cree la mayoría de la gente, de modo que comparto la ideología animalista de este filme (no muy lejana de la que está presente en Chicken Run).