viernes, 21 de julio de 2017

La vida de Adèle

Una película erótica dirigida por un árabe heterosexual acerca del amor lésbico, cuyas actrices principales y otros trabajadores reclaman haber sido maltratados durante la filmación ¿Puede ser una referencia en el cine para hablar de las relaciones de género? Sí. Los clásicos no son clásicos porque cumplan una lista de atributos moralmente correctos. Más bien lo son por la pasión perfeccionista de sus autores que, si en la literatura destruyen la vida del escritor (arrojado a la pobreza y al encierro de la escritura), en el cine joden a todo el equipo con exigencias extremas de esfuerzo y de emoción. "La vie d'Adèle" (2013) es la historia de una adolescente que ama durante unos meses a una pintora más madura. Ésta la usa como modelo y musa, luego rompe con ella para seguir su carrera al lado de otra mujer con la que pueda formar una familia y tener más conversación. Emma, la pintora, es una burguesa-bohemia (en la película y en la vida real, como le reclamó el director en la cara a la actriz Léa Seydoux). Adèle es una trabajadora modesta (en la película y en la vida real también, antes de que ganara la Palma de Oro en Cannes por su actuación aquí: Adèle Exarchopoulos). Así, el director Abdellatif Kechiche juega magistralmente con relaciones de clase y género, desde una narrativa extrema (casi porno, se le ha reclamado). Después de ver la película pensé en Frederick Engels. También era un burgués-bohemio que salía con muchachas modestas para hacer carrera intelectual. Su obra maestra, "La situación de la clase obrera en Inglaterra", fue posible gracias a los recorridos que su pareja, una pelirroja obrera irlandesa, le hiciera por los barrios proletarios. E igual en Francia con las "grisettes". E igual de intenso el erotismo (con la irlandesa llegó a ser un "ménage à trois" que escandalizaba a Jenny Marx). Desde el punto de vista formal, este filme me hace entender que gran parte de la genialidad de Kechiche está en el trabajo actoral y de edición, a expensas del guión (ausente en esta obra maestra, según testimonio de las actrices estelares). Las tres horas que vemos son sólo una pequeña parte del material grabado y cuidadosamente seleccionado, porque Kechiche pone en situación a los actores que sólo poseen una vaga idea de la historia y se ven forzados a improvisar, usando su propio lenguaje y sus reacciones naturales. Exactamente opuesta es la metodología de la última película mexicana que ví: "Almacenados" (2017) de Jack Zagha. Aunque ésta ganara un Ariel por la actuación de Hoze Meléndez, se trata de un apego absoluto a la letra del guión, sin rastro alguno de improvisación (lo que se siente en la naturalidad faltante de los personajes y, a veces, en diálogos que les son extraños). Cuando le pregunté a Jack que qué hubiera cambiado de haber tenido el doble de presupuesto y el doble de tiempo de filmación, me respondió: "Nada". Así le gusta y es legítimo. Su filme es como una buena obra de teatro filmada. En cambio, Kechiche habría grabado muchas horas más y permitido a los actores aterrizar la historia desde sus realidades psicológicas y sociológicas. Así me encanta.

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