viernes, 6 de febrero de 2009

Ojos negros

Ojos negros (Oci ciornie) del director ruso Nikita Michalkov (1987) es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. Desde que la ví por primera vez algunas de sus escenas han permanecido legendarias en mi memoria: cuando Romano (Marcello Mastroianni) vestido de un traje blanco impecable se sumerge lentamente en una piscina de lodo; cuando su corazón habla el lenguaje de los temblores de la mano y, con él, del chocar de copas en un gallinero; cuando su rostro impasible de mentiroso profesional deja ver (no sé por donde) el desmoronamiento interior mientras Elisa (Silvana Mangano) hace pedacitos una carta; cuando una campesina rusa aparentemente solitaria va a recibirlo a la estación de trenes, etc. Si los personajes y la atmósfera principales están inspirados de "La dama del perrito" de Anton Chejov, la historia en sí intenta reescribir la vida de Ana Karenina (nótese que aquí también se trata de una Ana -Elena Sofonova-, de una mujer rusa que engaña a su marido, que viaja a Italia pero ni se mata ni la matan de amor). Filme de fanfarrias eslavas y gitanas de las que luego abusaría ad nauseam Emir Kusturica (Tiempo de gitanos, 1989; Underground, 1995). Filme que, como Chejov mismo, no necesita recurrir a lo extraordinario para evocar lo real maravilloso. Filme romántico, casi cursi, que sin embargo desacraliza el amor, porque lo cortés no quita lo realista, ni lo realista quita lo sensible. Quien desee aprender a reconciliar la pasión amorosa con el sano pragmatismo debe verlo junto con The piano (a veces traducido La lección de piano), de Jane Campion (1993), otra gran historia de amor... por interés.

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