jueves, 23 de abril de 2009

Lloverá sobre Conakry

Cineasta autodidacta nacido en 1960, el guineano Cheick Fantamady Camara es el guionista y director de Lloverá sobre Conakry (Guinea - Francia, 2006). Divertida y profunda, esta película traslapa géneros dramáticos (comedia, tragedia) de manera natural, todo ello dentro del universo cultural de las sociedades contemporaneas musulmanas-animistas y poligámicas de Africa del oeste. La historia es original y redonda: un joven caricaturista político, irreverente y liberal, es designado por su padre para partir en peregrinación a La Meca y luego convertirse en imán. La presión familiar y social lo llevan a considerar seriamente asumir ese fardo ("si no aceptas, tu padre me va a repudiar" le advierte la madre). "Un regalo puedes rechazarlo, no un destino", dice su padre, citando seguramente un adagio. Las circunstancias llevan, sin embargo, a un peculiar enfrentamiento entre el padre-imán y el hijo-liberal y a un desenlace complejo. Desde luego, los diálogos están condimentados con proverbios y aforismos tradicionales, lo que da al cine africano -como al hablar africano- una identidad única (cuando el joven caricaturista pretende hacer una denuncia política, el jefe de la revista justifica la censura: "no decimos durante el día todo lo que pasa durante la noche"; o luego de que la pareja de protagonistas hacen el amor, ella le dice "dicen que no lavarse el sexo luego del amor trae mala suerte", "pues incluso la felicidad trae mala suerte" responde él, "sí, eso decimos" termina ella). La trama también adquiere el ritmo particular que tiene la vida social africana, determinada por complejas relaciones familiares, jerarquizadas, colectivas, impregnadas de misticismo, donde la vida privada y la intimidad de la pareja buscan hacerse un lugar. Las escenas eróticas son bellas y edificantes para quienes han siempre asociado los cuerpos desnudos con el mármol blanco de la escultura clásica y con la palidez occidental. Pudimos ver este filme en la Ciudad de México gracias al festival Africala y éste se proyectará todavía en las salas de la UNAM (Centro Cultural y Chopo) hasta el 26 de abril del 2009 (véase http://www.africala.org/).

domingo, 19 de abril de 2009

Cosas insignificantes

De Andrea Martínez Crowther (México-España, 2009). Tentativa fallida. El guión imita la técnica narrativa del mexicano Guillermo Arriaga, hilando con una temporalidad circular historias paralelas; pero la mera conexión de anécdotas y personajes no arma por sí sola una estructura dramática. Peor aún si la manera de pegar las historias es un símbolo facilón: una caja de objetos poéticos y misteriosos. La directora y guionista se regodea en los símbolos cursis: un niño de la calle intenta recoger un avión de papel pero los autos lo aplastan, nieva ceniza del Popocatépetl en la Ciudad de México como en las películas occidentales sobre Navidad. Por momentos, los diálogos llegan a ser de telenovela: "Mi hijo tiene cinco años y en cinco años no he sabido ser madre". O son perturbardores sin llegar a ser creíbles, como cuando un hombre intenta explicarle a su novia que no puede tener relaciones sexuales desde que descubrió que tiene un hijo, con leucemia por cierto, y ella le responde: "Eres un hijo de puta", fin de la conversación. Quizá la excelente calidad de algunas películas mexicanas recientes (Párpados Azules, Desierto adentro, El Traspatio, etc.) nos ha bienacostumbrado y ahora somos exigentes. Pero si se trata de apoyar al cine mexicano, lo hemos hecho al pagar nuestro boleto de entrada y ahora merecemos desahogar nuestra decepción. Una virtud del filme es la actuación de la niña Paulina Gaitán (Esmeralda).

sábado, 4 de abril de 2009

Backyard (Traspatio)

México, 2008, del director Carlos Carrera (La mujer de Benjamín, El crimen del padre Amaro) a partir de un excelente guión de Sabina Berman. El contexto de la historia está inspirado, entre otros, del libro Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez (2002), pero la historia misma es original y tiene la estructura de una tragedia clásica: su protagonista no es la detective Blanca Bravo (Ana de la Reguera) sino dos obreros indígenas que son al mismo tiempo culpables y víctimas de su destino. De esta manera, Berman logra disfrazar de thriller y de película de acción lo que en realidad es una reflexión más profunda acerca de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. ¿Son éstos producto de la descomposición social en la frontera? Sí, pero no solamente. ¿Está presente algún asesino serial? Sí, más de uno, pero el problema no se reduce a atraparlos. Las explicaciones sociológicas y políticas de esta vergüenza nacional son insuficientes sin el ingrediente humano, es decir, el ingrediente de las pasiones y los odios personales, las decisiones libres que pueden transformarse en fardos fatales. Ni el ex-gobernardor panista de Chihuahua (evocación de Francisco Barrio), ni el crimen organizado son tratados en este filme como villanos de caricatura. Todos los personajes son piezas humanas de un engranaje terrible. Desde luego, no todos son igualmente culpables, pero es necesario que en la sociedad entendamos qué es lo que ocurre realmente en aquella ciudad. Con diálogos en español, inglés y tzeltal, la productora (Berman misma) no cedió a los imperativos comerciales, aunque el resultado sea ágil y lleno de suspenso, de tal modo que se facilita el acceso del gran público (lo cual contribuye, en última instancia, a la causa de "¡Ni una más!", siempre y cuando los espectadores no asumamos el carácter fatalista y pesimista que parece ser consustancial al género trágico). La fotografía de Martín Boege convierte las tomas en Ciudad Juárez en paisajes arquetípicos de la frontera, del capitalismo transnacional y de la vida de los obreros de las maquiladoras. Las actuaciones son magníficas. El realizador, Carlos Carrera, aunque eclipsado por la fama reciente de Cuarón, Iñárritu y Del Toro, fue el niño prodigio del cine mexicano (por su ópera prima La mujer de Benjamín, de 1990, y su Palma de Oro al mejor cortometraje en Cannes, en 1994, por El héroe). Gracias a su oficio en la animación, Carrera es un manierista, un director meticuloso. En resumen, Backyard es un filme de muy buena factura. Pero es ante todo la prueba de que los géneros dramáticos milenarios (la tragedia, la comedia) nos permiten entender aspectos de la realidad humana y social que ni siquiera los documentales más realistas podrían describir.