domingo, 5 de octubre de 2008

Descartes y las meditaciones cinematográficas

Las relaciones entre Hollywood y la filosofía desatan polémica de la buena y de la mala. Por ejemplo, algunos aplauden y otros se indignan de que se haya usado el experimento mental que aparece al final de la Primera meditación cartesiana para elaborar el argumento inicial de una superproducción de Kung Fu y ciencia ficción como es The Matrix. Cito el famoso texto de Descartes (en mi traducción libre de la versión francesa aprobada por éste): "Supondré entonces que existe, no un verdadero Dios, que es la soberana fuerza de verdad, sino un cierto genio maligno, no menos astuto y engañador que poderoso y que ha empleado toda sus argucias para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que vemos, no son sino ilusiones y engaños, de los que se sirve para aprovecharse de mi ingenuidad. Supondré hipotéticamente que yo mismo carezco de manos, de ojos, de músculos, de sangre, que no poseo ninguno de mis sentidos, pero que creo falsamente tener todas estas cosas. Permaneceré obstinadamente fiel a este pensamiento y, si de esta manera soy incapaz de alcanzar el conocimiento de alguna verdad, al menos estaré en condición de suspender mi juicio". En The Matrix de los hermanos Larry y Andy Wachowski (guionitas y directores), el genio maligno es una matriz que tiene a los seres humanos conectados soñando una existencia ficticia, mientras explota su energía vital. Incluso en Francia, maestros de filosofía como Ollivier Pourriol (autor del libro Cinéphilo, 2008), han recibido con entusiasmo la tentativa hollywoodense y se sirven de ella para explicar plásticamente al vulgo algunos aspectos del proyecto filosófico de Descartes. El subtítulo del libro de Pourriol habla del tono complaciente con el que lo hace: Las más bellas preguntas de la filosofía en gran pantalla. Ahora bien, si criticar los alcances del supuesto tratamiento cinematográfico de Descartes es fundamental, criticar a quienes lo lanzan por tratarse de una industria multimillonaria yanki es, en cambio, burdo y simplista. De Sartre a Zizek, la reflexión filosófica a partir del cine comercial es una manera efectiva de usar referencias culturales compartidas por millones de personas para ilustrar argumentos. Defender el cine independiente y denunciar el imperialismo cultural no significa necesariamente que uno deba abstenerse de ver y debatir el contenido y la forma de algunas producciones comerciales . Es absurdo creer que las únicas referencias cinematográficas válidas como material para la filosofía deban ser el llamado "cine de autor", "de arte" o el cine europeo. El crítico de cine Alexandre Astruc apunta hacia un límite de las relaciones entre cine y filosofía: "La idea de un Descartes del cine no es paradójica en sí misma. Lo es en la medida en que ningún distribuidor estaría suficientemente loco para proyectar en los cines una película que fuese en el plano cinematográfico el equivalente de los Pensamientos de Pascal". Pero el problema no es sólo que haya libros de filosofía más difícilmente traducibles a un guión, a una narración (en el caso de los Pensamientos, debido a su extensión, dispersión y carácter aforístico), sino que las meditaciones de un autor tienen lugar en el contexto de una época, de un lugar, de una tradición disciplinaria. Contra lo que cree Astruc, las Meditaciones metafísicas de Descartes no pueden verterse ni mínimamente en una trilogía de filmes de artes marciales que retoma el imaginario de la Guerra de las Galaxias y de Alien porque aquellas son otra cosa: son el extraordinario esfuerzo intelectual de un hombre, a principios de la era moderna, que pretende encontrar un asidero seguro ante la confusa mezcla de fuentes esotéricas y filosóficas, místicas y científicas, que le ha heredado su tradición. En efecto, frente a descubrimientos astronómicos que sacuden la vieja idea del cosmos, frente al resurgimiento de magos y teurgos que veneran a figuras como Hermes Trismegisto, Zoroastro u Orfeo, frente al surgimiento del álgebra moderna, Descartes emprende una odisea que va del escepticismo a la filosofía racionalista.
La trilogía de Matrix apenas sirve para plasmar un modelo visual y narrativo de lo que sería el mundo bajo el imperio del genio maligno cartesiano, imperio donde los seres humanos son esclavos y, además, creen vivir una Realidad que no es tal. Pero la imagen original y su adaptación cinematográfica presentan diferencias importantes. Quien considera la posibilidad de estar soñando bajo el influjo de un genio maligno se representa a sí mismo esclavo de éste, sin que por ello se haya liberado; la meditación sólo lo conduce a dudar y, eventualmente, a verificar que duda. Un cerebro dentro de una cubeta que duda y considera la posibilidad de ser un cerebro dentro de una cubeta no sale de ella, sólo adquiere "la verdad". En cambio, el personaje Neo del filme duda de que su realidad sea el mundo ordinario y logra desenchufarse de la Matriz y salir de ella. En ese sentido, la anécdota es incluso más cercana al mito de la caverna de Platón que al ejemplo del genio maligno. Una diferencia más importante aún es el hecho de que el propósito de Descartes era refutar a los escépticos, es decir, la duda metódica y el ejemplo del genio maligno le sirven en última instancia para fundamentar el conocimiento, a diferencia de lo que ocurre con los locos "que afirman en todo momento que son reyes, siendo en realidad que son pobres, o que están vestidos de púrpura, estando desnudos, o que tienen una jarra en vez de cabeza, o que son unas calabazas, o que están creados de vidrio". En The Matrix el objetivo de Neo es alcanzar la verdad y emanciparse del control totalitario de la matriz, pero el verdadero objetivo de la trilogía es divertir a las masas y el ejemplo original se diluye en un zafarrancho. Así, los objetivos son opuestos: mientras que la lectura de las Meditaciones de Descartes lleva al lector a dudar para fundar mejor sus creencias, tratar de analizar seriamente la historia de los tres episodios de Matrix puede fácilmente producir dolor de cabeza o aburrimiento. En particular, el segundo y tercer episodios son buenos ejemplos de lo que llamamos un "churro barroco". En ellos los guionistas agregan elementos que llevan la historia a un delirio sin mucho interés filosófico. La metáfora de Dios que aparece en el segundo episodio bajo el personaje de "El arquitecto", no tiene nada que ver con el Dios cartesiano (substancia infinita, independiente, omnisiciente y omnipotente que mantiene la creación como resultado de una intervención permanente). "El arquitecto" es un programador determinista que combate los errores de su sistema, errores que hacen posible la libertad de algunos hombres. Así, el libre albedrío es concebido como una desviación de la regla, un producto del caos, el azar creador. En el último episodio, particularmente cursi, las metáforas se hacen aún más burdas: Zion, la ciudad de los seres humanos, plena de voluntad pero con deficiencias técnicas, es salvada por Neo que viaja en el Logos hacia el país de las máquinas (dotadas de grandes poderes calculatorios y tecnológicos, no de voluntad) para firmar la paz a cambio de sacrificar su vida. Neo muere como un "mesías ciego" porque en el Logos un loco le quemó los ojos. En resumen, los hermanos Wachowski quieren llevar al cine parte del pensamiento de Descartes al sugerir con metáforas que la voluntad humana puede alcanzar, mediante el logos (en este caso, la razón guiada por el método y vencedora de la locura), el entendimiento capaz de alcanzar la verdad. Pero sólo el primer episodio de The Matrix vale la pena y nunca tanto como leer directamente a Descartes.