sábado, 5 de julio de 2008

Coeurs de Alain Resnais

Realizador bipolar, Alain Resnais ha dirigido tanto Hiroshima, mon amour (1959) como ¡No en la boca! (Pas sur la bouche) (2003). La primera muy triste y la segunda extraordinariamente alegre y divertida. Espectador bipolar, a mí me encantan ambas. Pero incluso en el caso del primer filme, el guión de Marguerite Duras admitía la posibilidad del amor y de la pasión aún después de Hiroshima. En cambio, hoy la vejez está matando de tristeza a Resnais y a su banda. En Coeurs (Francia-Italia, 2006), Resnais convoca nuevamente a sus cuates Sabine Azéma, Pierre Arditi y Lambert Wilson, sólo los invita a ellos y, con este reparto que es el mismo entorno privado del director, durante hora y media la humanidad entera parece haber llegado a la tercera edad. En Coeurs que se exhibe en cartelera en México con el nombre de Pasiones privadas en lugares públicos, un grupo de seis europeos boicotea estúpidamente su felicidad. Tienen todo para arreglar sus vidas pero las joden. Es frustrante ver esta película en la cual los amantes se separan por un malentendido idiota o se mantienen alejados por un conservadurismo castrante. Todo ello en medio de una nieve artificial que sólo pone sal en la herida o, más bien, hielo en el frío. Absténgase quien esté deprimido o sea influenciable porque acabará por suicidarse.

Tres filmes que me gustan

Waking life (Despertando a la vida) de Richard Linklater, Estados Unidos (2001).- Lo mejor del cine explícitamente filosófico. Aquí puedes ver la comparación que hace Robert Solomon del existencialismo con el posmodernismo: [10]. Aquí un delirio sobre libre albedrío y ciencia de un filósofo analítico: [11]. Aquí un delirio sobre arte y metafísica de un filósofo posmoderno [12].

La vida de los otros de Florian Henckel Von Donnersmarck, Alemania (2006).- Alemania es el único país que ha conocido el fascismo, el comunismo totalitario y la democracia liberal (todo en un mismo siglo). Del primer periodo, Adolf Eichmann es un caso paradigmático. Funcionario celoso de cumplir con las reglas que se le asignaban, Eichmann fue responsable directo de los transportes de deportados a los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Del segundo periodo, son casos emblemáticos los agentes de la policía política de la RDA, la Stasi, también celosos aplicadores de la ley. En La vida de los otros, Gerd Wiesler es un capitán de la Stasi que termina por salvar de la represión estatal a un hombre a quien tenía la misión de vigilar. Así, Wiesler encarna un tercer arquetipo normativo de la identidad nacional alemana: el abandono del iuspositivismo ideológico. El iuspositivismo ideológico no solamente distingue al derecho de la moral, como el resto del iuspositivismo, sino que postula además que el derecho debe ser obedecido independientemente de que su contenido sea inmoral. Pero lo que nos ha enseñado la historia política del siglo XX y la historia de Alemania en particular, no es que se deba en todo momento respetar la ley, sino que la ética reside en la consciencia autónoma de cada individuo y que, a veces, nuestra consciencia puede tener objeciones legítimas contra una legalidad injusta.

Ratatouille de Brad Bird y Jan Pinkava (2007).- He visto ratones en varios restaurantes parisinos. Una vez lo señale al mesero y éste me dijo tranquilamente "sí, son ratones, nos conocemos bien". Esta película parte de ese hecho para realizar un divertido homenaje a París y a la cultura culinaria francesa. Los franceses suelen clasificar los sabores con una sutileza maniaca (recuerdo las fromageries y aquellos expendios donde compraba miel, café o vino, debiendo elegir entre decenas de variedades). Quien no entiende esa cultura, tampoco puede entender la lucha de José Bové contra la "malbouffe", es decir, la estandarización de la comida y la muerte del arte culinario mediante la industrialización globalizada. La película también es, como Chicken Run, un discurso animalista. Un aspecto subjetivo que me conmovió casi hasta las lágrimas fue el recuerdo de Akiri, la ratita con la que viví en una covacha parisina durante cinco años.

Varios filmes del 2007 que están más o menos

El búfalo de la noche del director venezolano Jorge Hernández Aldana (2007). ...it's not the large things that send a man to the madhouse, death he's ready for, or murder, incest, robbery, fire, flood... no, it's the continuing series of small tragedies that send a man to the madhouse... escribe Charles Bukowski. Basada en la novela homónima de Guillermo Arriaga, El búfalo de la noche trata de la alienación entendida como locura por contagio. Gregorio es esquizofrénico, lo que no le impide tener relaciones afectivas intensas y profundas. Su amigo Manuel (Diego Luna) reproduce en cierta manera el transtorno (alucina, se vuelve extremadamente agresivo y autodestructivo) por los sentimientos de culpa, celos, tristeza e incomunicación ligados a su relación con Gregorio y Tania (Liz Gallardo), novia sucesiva de ambos. De Charcot a Foucault, de Freud a Hacking, sabemos que la locura es más que una enfermedad mental individual.
Fraude de Luis Mandoki, México (2007).- Meses después de la elección presidencial del 2006, ahora que tenemos la cabeza más fría, ver este documental nos ayudará a hacer un balance necesario. Mandoki no usa el lenguaje manipulador de otros documentalistas militantes (rápido bombardeo de imágenes y afirmaciones simplificadoras), realiza en cambio una investigación seria y nos entrega una antología de videos y declaraciones. Se le agradece recordarnos hechos, explicarnos argumentos matemáticos y encontrar evidencias reveladoras en medio de la masa gigantesca de video-documentos. Mi dictamen final es que, dada la estrechísima diferencia aritmética entre los resultados oficiales de los candidatos López Obrador y Calderón Hinojosa, sin las irregularidades constatadas el candidato del PAN no hubiese sido declarado presidente en 2006.
Luz silenciosa de Carlos Reygadas, México-Holanda-Francia (2007). A posteriori, uno agradece haberla visto; durante la función, en cambio, es difícil no echarse una pestañita. "Filme frío" según Le Monde, "no frío, sino de amor abstracto" dice Valentina Rojas Loa, "la obra maestra de Reygadas" según Jaime Avilés. De la trilogía Japón, Batalla en el cielo, Luz silenciosa, prefiero la segunda. El género que practica Reygadas es la transformación del exotismo mexicano (de una ranchería miserable, de la atmósfera alpina y tropical de la Ciudad de México, de los menonitas del norte) en reflexión poética. Sus filmes son ficciones casi tanto como documentales. El cine del nuevo enfant terrible de Cannes puede gustarnos o no, pero vale la pena exponerse a él para mejor conocerse.
A través del universo de Julie Taymor, Estados Unidos (2007).- Melodrama musical con notas de malvavisco de fresa, cerveza oscura y tantita marihuana, sin molécula alguna de LSD. La también directora de Frida (2002) y Titus (1999) se vale del cursi y de un presupuesto faraónico (10 millones de dólares sólo para comprar los derechos de 33 canciones de Los Beatles) para hacer un filme que, al mismo tiempo que entretiene a cualquiera, investiga el significado de esas canciones que todos cantamos. El filme de Taymor puede servir como introducción ligera a la filosofía de Lennon y McCartney (sobre el amor, la izquierda revolucionaria, el imperialismo, la amistad, etcétera). Junto con La vida en rosa (Francia, 2006), de Olivier Dahan, sobre la vida de Edith Piaf, se trata de la globalización de Broadway, es decir, de buenos musicales cinematográficos, naturalmente comerciales (¿cómo podrían no serlo con la necesidad de recuperar las inversiones millonarias en estas producciones?).
Cobrador. In God we trust. de Paul Leduc, Argentina-México-España-Brasil (2007).- Leduc había filmado en sepia Reed. México Insurgente (1970) su opera prima. Cobrador, a su vez, es un filme azul y de excelente fotografía (gracias a Angel Goded). Cuando Carlos Casagemas se suicidó, Picasso se puso a pintar atmósferas azules, de la misma manera en la que lo hace aquí Leduc. Como lotería o tarot jodorowskiano, los personajes de esta historia son la foto-reportera, el asesino serial, la hija de los desaparecidos políticos, el gringo millonario, el guardia blanca (que, en la ocurrencia, es negro), la curandera burguesa, el punk mártir. Festín de asesinos (en la historia), de personalidades (tras bambalinas) y de arquetipos panamericanos (en el más actualizado inventario de nuestro inconsciente colectivo regional). Quizá debamos criticar, sin embargo, el zurcido de las historias originales.
Expiación, deseo y pecado de Joe Wrigth, Inglaterra-Francia, 2007. Se dice que “más vale tener 10 culpables en libertad que un inocente en prisión” o que “no debería liberarse a los acusados de delitos sexuales contra niños aduciendo falta de pruebas”. El problema es que esas aspiraciones suelen ser incompatibles. La filosofía del derecho es una forma de pensamiento trágico. Pregúntesele si no al juez Burgaud del affaire d'Outreau o véase esta película cuyas actuaciones, fotografía, guión son de gran calidad (7 nominaciones al Oscar excepto como mejor director porque, por una vez coincido con La Academia, la realización es convencional).
Sin lugar para los débiles de los hermanos Coen, Estados Unidos, 2007. La muerte, en vez de ser representada como un esqueleto con guadaña, es aquí un sicario psicópata e intransigente (Javier Bardem). A veces, sin embargo, a este sicario -como a la verdadera pelona- le gusta delegar sus decisiones en el azar (quién morirá no está siempre escrito de avance). Si la muerte en El séptimo sello, de Ingmar Bergman, apostaba la vida del personaje en partidas de ajedrez (juego de estrategia), aquí lo hace en un volado (juego de azar). En Match Point, de Woody Allen, estrategia y azar deciden conjuntamente la muerte y la justicia. Tres variaciones incompletas sobre una vieja apuesta de vida o muerte: la de Blaise Pascal. Cuarta variación...
El sueño de Casandra (en México Los inquebrantables) de Woody Allen, Estados Unidos, 2007. En sus últimos filmes (Match Point, Scoop, Cassandra's Dream), Allen está dándole vueltas a un mismo tema (ya presente en Crimes and Misdemeanors de 1989). Se trata de la decisión de asesinar que deben enfrentar ciertos "hombres normales". En el filme, Terry (Colin Farrell) parafrasea a Sartre: nunca se está obligado a asesinar, siempre tenemos opción de decidir no hacerlo. Pero el director le muestra, con la historia, que eso es falso (pues, acto seguido, él mismo asesinará). La paradoja, además, es que este personaje que evoca la posición sartriana es nada menos que un ludópata, un adicto al juego que no puede controlarse. ¿Cómo es posible que pecisamente él diga que siempre hay alternativa cuando parece haber perdido el control sobre sus propias decisiones? Así, los habitus patológicos sumados al azar parecen ser los elementos que, para este Woody Allen, limitan la libertad humana. La música de Philip Glass es extraordinaria.