domingo, 11 de mayo de 2008

Paranoid Park

de Gus Van Sant (director y guionista) y basado en la novela homónima de Blake Nelson, este filme coproducido por Estados Unidos y Francia (2007), continúa las investigaciones de Van Sant en las profundidades de la cultura y la psique adolescente de los Estados Unidos. La belleza de los actores (que fueron reclutados a través del sitio web de relaciones Myspace) nos recuerda la época en que el ideal de belleza eran los adolescentes, principalmente varones. Ese era el caso en el siglo XV, en Italia, antes de que Girolamo Savonarola encendiera la hoguera de las vanidades en la Piazza della Signoria, donde ardieron cuadros de adolescentes pintados por Miguel Ángel o Botticelli, además de textos de Petrarca y Bocaccio. Desde que el citado monje dominico denunciara la proliferación de la sodomía que supuestamente carcomía Florencia y diera banderazo a la ya larga hegemonía de las voluptuosas madonas rubias, apenas unos cuantos artistas han osado opinar que los seres más bellos de la tierra no son madres jóvenes que cargan con su bebé, sino adolescentes imberbes (Van Sant se alía, así, con Luchino Visconti y su Muerte en Venecia).
Paranoid Park nos permite presenciar, cual discretos voyeuristas, la vida privada de los jóvenes gringos, no sólo ni principalmente su sexualidad, sino su nihilismo, sus elecciones, sus culpas. Van Sant nació en Estados Unidos en 1953. De la publicidad pasó al extremo opuesto: un cine personal sin concesiones a Moloch, dios de los comerciantes. Pareciera que su proyecto fuese estudiar las dolencias del alma gringa, desde el adicto de Drugstore Cowboy que ha perdido a su amigo suicida (1989), hasta la prostitución de los jóvenes protagonistas del ya clásico Mi Idaho Privado (My Own Private Idaho) (1991). Luego viene un periodo de complacencias antes de lanzar la soberbia tetralogía: Gerry (2002), Elephant (2003), Last Days (2005) y Paranoid Park (2007). El denominador común de estos filmes no es sólo temático (el nihilismo que permea clases sociales y generaciones, que va de Kurt Cobain a los autores de la masacre del instituto Columbine) sino formal: austeridad de la producción, espacios familiares que sirven como locaciones y cámara que se libera de la perspectiva objetiva del tripié para meterse al punto de vista subjetivo de los protagonitas. En Paranoid Park, las escenas filmadas en patineta logran transmitir el vértigo del joven suspendido un microsegundo en el aire luego de ondulantes esfuerzos físicos.